jueves, 14 de marzo de 2019

"Yo, Julia" de Santiago Posteguillo ¿Una lectura feminista?

Es el año 192 d.C. Un desquiciado emperador Lucio Aurelio Cómodo, hijo del legendario Marco Aurelio, gobierna Roma con puño de hierro. Paranoide, Cómodo mantiene secuestradas en Roma a las esposas de sus gobernadores más fuertes para asegurarse su lealtad: Albino en Britania, Severo en el Danubio o Nigro en Siria. Pero el plan tiene una falla. En medio de este escenario mortal, nadie ha considerado a Julia Domna, la mujer de Severo, y su brillante y ambicioso plan para cambiar Roma para siempre. Menosprecia a esta matrona romana bajo tu propio riesgo.



Santiago Posteguillo, una vez más, hace que la Roma Antigua cobre vida en las páginas. Como en sus anteriores trabajos -las trilogías de Escipión y de Trajano- se adivina su profundo conocimiento de la época por las numerosas referencias, anotaciones y frases en latín que intercala en el texto; pero el autor nunca deja que su enciclopédico conocimiento afecte el ritmo de la historia, o lastre la acción con interminables explicaciones y justificaciones históricas. Prefiere mostrarlo todo a través de sus personajes y de sus interacciones, desde las grandes intrigas palaciegas y las maniobras militares, hasta las preocupaciones y las azarozas vidas de los esclavos al servicio de los poderosos. La Historia, con mayúsculas se ve entonces desmenuzada en pequeñas historias personales de personas (hombres y particularmente una mujer, la protagonista) valientes y decididos.

Y aquí entramos al quid de la cuestión, la protagonista y su representación (y la representación femenina) en la novela. Posteguillo habla claro de su propósito con el texto al final del mismo, en su “Nota Histórica”. Cito:
“La historia, ya se sabe, ha sido [...] la historia de los hombres, centrados siempre -historiadores primero y luego novelistas masculinos- en documentar unos y recrear otros las vidas de grandes personajes históricos únicamente del género dominante durante siglos”

Y no le falta razón. Hay poca información y aún menos representación en la cultura popular, por ejemplo, de las emperatrices romanas; a pesar de que fueron seguramente figuras de enorme poder y capacidad de influencia en la época. Y el material que hay es, o sorprendentemente tendencioso (Posteguillo señala, por ejemplo, el trabajo de Anthony Birley en su biografía sobre Severo respecto a la fidelidad de Julia. Birley señala las acusaciones de promiscuidad de fuentes a trescientos años de distancia como “bastante creíbles”, pero desestima fuentes contemporáneas que le llevan la contraria a su teoría. ¿Por qué?) o realizado por mujeres de incógnito (la única obra popular sobre Julia que encontró en sus investigaciones fue una obra de teatro de 1903 firmada por un dramaturgo inglés de nombre Michael Field, que resultó ser el seudónimo de dos mujeres Katherine Harris Bradley y Edith Emma Cooper, tía y sobrina, respectivamente)

La pregunta es ¿Consigue Santiago Posteguillo su cometido? ¿Pinta a un personaje femenino fuerte? Yo creo que lo consigue, en la medida en la que la Historia se lo permite. Pese a ser la esposa de un gobernador de Roma, y una de las mujeres más poderosas de ese mundo antiguo hay muchas cosas que limitaban a un a mujer en aquella época, por lo tanto, mucho de lo que Julia consigue lo hace a través de convencer a su esposo, Severo. Eso, curiosamente, pone al matrimonio, no a la mujer, como institución, como el verdadero héroe, como el agente revulsivo y diferente en la contienda por la púrpura imperial. Incluso se discute en uno de los capítulos, en el diálogo entre un senador y su hijo en donde se expone que, en caso de tener éxito, Julia y Severo serían el primer matrimonio estable, hombre y mujer enamorados y en sintonía, que se hace con imperio.

Eso, sumado a algunas descripciones que podrían no caer bien entre el público feminista más recalcitrante (Julia era una mujer hermosa, después de todo, y el sexo una de sus armas de persuasión más efectivas) me invita a pensar que más que un personaje y una historia para que las mujeres puedan identificarse, se trata de un relato para el hombre, para que comprenda de una vez el poder y la influencia femeninas y reconozca en Julia al montón de mujeres que han influido en su vida y todo lo que ellas podrían hacer si al menos les diéramos la oportunidad y las tratáramos como iguales y no siguiéramos con costumbres que venimos arrastrando desde antes del tiempo de los romanos.

A mi entender, Julia podría haberlo dejado ahí. Podría haberse conformado. Pero no. Muchos la han criticado luego por ambiciosa. Es posible que lo fuera. Mas acaso, si era culpable de esa debilidad, ¿no es esa misma ambición la que ha movido a tantos hombres que tenemos en tan alta estima, como Alejandro, Julio César o Augusto? Sí, lo acepto, Julia era muy ambiciosa. Como muchos de los que la rodeaban. Solo había una diferencia sustancial entre ellos y ella. Bueno: dos diferencias. En primer lugar, ella era mujer y ellos hombres. En segundo lugar: ella era más inteligente.