domingo, 8 de abril de 2018

Reseña: Virus, de Sakyo Komatsu

Al comenzar a leer un libro uno normalmente ya sabe más o menos de qué irá el asunto; ya sea por el título, por la portada, por la sinóspis de la contraportada, porque se lo ha recomendado alguien que ya lo leyó o porque conoce el estilo y fama del autor. Eso que conocemos del libro es normalmente lo que nos invita a leerlo, lo que nos indica que hará buenas migas con nuestros gustos y que terminaremos disfrutando de la experiencia.
A veces, sin embargo, no podemos darnos el lujo de conocer a nuestra pareja antes de empezar el baile. Eso me ocurrió con “Virus”, la novela de ciencia ficción postapocalíptica de Sakyo Komatsu.

Lo único que sabía de la historia antes de empezar a leerla es que la compré junto con otros titulos en un paquete muy económico que venía etiquetado como “Ciencia ficción japonesa”. Imaginen mi sorpresa al darme cuenta que la novela se desarrolla en la década de los sesenta. En lugar de una ópera futurista, me estaba adentrando en una interesante película de época. ¿Deja por eso de ser ciencia ficción? ¡Ni mucho menos!



La novela, publicada en 1964, narra una historia paralela en donde la carrera armamentista de la Guerra Fría da una vuelta de tuerca y desencadena la caída de la especie humana hasta casi su completa extinción y comienza cuando un accidente frustra el robo de una poderosa arma biológica y libera un virus desarrollado artificialmente en el laboratorio.
La novela tiene un claro mensaje pacifista; contrastando lo que una comunidad internacional en la Antártida —el único sitio del planeta que queda libre del virus— consigue cuando se proponen trabajar juntos, con al caos al que la obsesión militarista y nacionalista sumerge al mundo. Estudiando la historia del autor, el mensaje tiene muchísimo sentido.

Sakyo Komatsu tenía ocho años cuando inició la Segunda Guerra Mundial y no era más que un adolescente de 14 cuando estallaron las bombas de Hiroshima y Nagasaki. La experiencia a tan temprana edad seguramente moldeó su visión del conflicto y del mensaje que quería compartirle al mundo. Para muestra "Paz en la Tierra", una de sus primeras historias cortas, que es también una historia alternativa en la cual la Segunda Guerra Mundial no termina en 1945 y un joven protagonista se prepara para defender Japón de la invasión Aliada.

En cuanto su estructura, la novela desarrolla la historia presentando diferentes escenas de como ocurre y se vive el desastre en diferentes puntos del globo, de manera que lo mismo presenciamos un álgido debate del gabinete de gobierno británico, la lucha desesperada de un médico japonés, los últimos momentos del presidente de los Estados Unidos o el esfuerzo de un científico ruso por mantener a la humanidad sobreviviendo en la Antártida.

Aunque este acomodo “vista de pájaro” del conflicto permite seguir la debacle con lujo de detalles, también coloca al lector demasiado lejos de los personajes y por periodos demasiado breves como para establecer una conexión emocional real. Aunado a eso, fiel al estilo japonés en donde un segundo de acción puede alargarse por horas, cada escena involucra más las reflexiones y el monólogo interno del personaje que una secuencia en donde los personajes hacen algo en particular. La historia no la mueven los personajes, sino el avance del virus. 
El avance también se hace lento porque se trata de ciencia ficción dura, con páginas y páginas de explicación técnica en microbiología disfrazadas de presentaciones formales ante gobiernos y discusiones entre científicos.

En ese sentido (y toda proporción guardada, porque se publicaron con más de 40 años de diferencia) creo que prefiero el trabajo más moderno de Max Brooks y su “Guerra Mundial Z”, que aunque tiene una estructura similar, consigue que cada escena esté plagada de acción y momentos que son mucho más efectivos en humanizar a los personajes.

“Virus” no es un mal libro. De hecho, fue lo suficientemente bueno como para ameritar una adaptación cinematográfica en 1980, la película japonesa con el mayor presupuesto hasta ese momento.
Tiene un gran mensaje que consigue transmitir sin resultar moralista, lanza preguntas incómodas sobre a dónde vamos como sociedad, resulta sorprendentemente vigente a pesar de haberse escrito hace tanto tiempo e invita a pensar en el futuro y nuestro papel en él; como toda buena historia de ciencia ficción. 
La brecha cultural entre Japón y occidente y la disonancia entre lo que entendemos por ciencia ficción y la época en la que transcurre la historia pudiera alejar a algunos lectores, pero aún así, por el mensaje, valdría la pena que más gente, especialmente aquellos en el poder le dieran una leída